¿Cómo es que vemos artísticamente?
Dedicamos más del 50% de nuestra corteza cerebral a descifrar y crear una representación interna del mundo exterior y así, conducir nuestro comportamiento. ¿Alguien sabe cómo sucede eso? Martínez (2012) describe el proceso de ver como una resolución de problemas. Todo lo que sucede en el mundo exterior cambia más rápido de lo que nuestro cerebro puede procesar, por tanto, todo aquello a lo que nuestros ojos prestan atención no se procesa en tiempo real sino más lento. Y es que al cerebro le toca extraer la información que le resulta relevante y generar esa imagen que logramos ver sobre el resto de las demás imágenes. Por lo que ver, es una tarea sumamente compleja.
¿Cómo sucede?
Los artistas llevan miles de años estudiando, experimentando, practicando y creando imágenes que cuando las vemos nos evocan al mundo físico, dando la ilusión de realidad. De esta forma se ha logrado producir complejas combinaciones de patrones, formas, luminancia y color que nos ayudan a reproducir lo que vemos. Martínez (2012) nos explica brevemente los siguiente.
La forma
Hace 40,000 años los primeros humanos que vivieron en las cavernas descubrieron que para representar algo del mundo físico basta con dibujar los bordes. Hace más o menos unos 45 años los neurocientíficos pudieron explicar que poder trazar el contorno de la forma se debe a que la retina permite detectar las zonas de una imagen en la que la luminancia cambia según la cantidad de luz que recibe. De esta manera, artistas y científicos coinciden en sus respectivos métodos en que una de las primeras cosas que sucede en la representación visual es la formación de líneas de contorno para delimitar la forma.
El color y luminancia
Ya para el Renacimiento los artistas mostraron una preocupación por la representación de la profundidad. Uno de ellos, Da Vinci entendió que colocar colores de alta luminancia (amarillo) junto a colores de baja luminancia (azul) producen la sensación de que el de baja luminancia está más lejos. Posteriormente, los impresionistas realizaron sus ensayos generando así nuevas formas de percibir el mundo físico a través del color y la luminancia. Ambos aspectos se procesan de forma separada en el cerebro. Una parte se encarga del qué y otra parte de dónde está eso que vemos.
A cargo del dónde están las células ganglionares magnocelulares que discurren por la zona dorsolateral hacia los lóbulos occipital y parietal. Es la zona más antingua de nuestro cerebro visual. Desde esta zona se percibe la profundidad, las 3D y el movimiento relativo a la escena visual. La resolución de la imagen es más borrosa en esta zona. A cargo del qué se encuentran las neuronas ganglionares parvocelulares de la retina que viajan en la parte ventral hacia los lóbulos occipital y temporal. Esta zona es más joven en la evolución de nuestro cerebro visual. Es responsable del reconocimiento consciente de los objetos en la escena visual y capta mejor los detalles y el color.
De acuerdo a Livingstone (2002) la obra de Monet, Impresión, amanecer (1874) es un gran ejemplo de cómo la utilización de la luminancia en los colores rojo y gris azuloso produce un efecto que es percibido como brillo cuando en realidad no lo hay. El sol en esta obra es equiluminiscente con el fondo como muestra la figura en grises. El sol solo es visible por la parte ventral de nuestro cerebro encargada del qué. La parte dorsolateral responsable de la localización de los objetos no lo vé, por lo que el sistema visual al intentar ubicarlo comete errores y hace que parezca destellar en el cielo.
El mismo efecto lo logra Monet con la obra La Grenoullere (1869) al combinar una secuencia de colores: negro, amarillo, blanco y azul. Como cada color tiene distinta luminancia el cerebro procesa cada uno a distintas velocidades provocando ilusión de movimiento.
El neurocientífico Akitoshi Kitaoka utilizó los mismos cuatro colores para crear imágenes fijas que dan ilusión de movimiento.
La perspectiva
Se procesa en la corteza dorsolateral del cerebro. El cubismo plantea al representar el objeto éste puede verse desde múltiples perspectivas. Es decir, que la perspectiva como atributo local nunca se procesa en el cerebro de forma global. Martínez (2012) comparte que recientemente se ha descubierto un grupo de células en la corteza inferotemporal al final de la vía visual ventral encargada de analizar la identidad de los objetos, insensibles a cambios de tamaño, orientación o posición relativa. Así explica la representación de la perspectiva con la siguiente obra de arte:
Naturaleza Muerta con silla de rejilla, Pablo Picasso
De manera que es un acto complejo que ocurre en nuestro cerebro. De acuerdo con Martínez (2012) la comprensión visual de nuestro entorno depende de nuestra capacidad de generar asociaciones. Por ende, ver, es un proceso costoso que prima sobre otros procesos cerebrales vinculado a la recompensa en forma de placer.
Al ver, se siente placer o disgusto. En el proceso de elegir qué ver el cerebro prefiere aquello que le produzca placer liberando una serie de neurotransmisores, para los cuales hay mayor cantidad de receptores en las áreas intermedias de la vía visual. La mayor cantidad de receptores se encuentra al final de la vía visual, en las zonas asociativas de la corteza temporal. En esa zona la información recopilada de la escena visual se asocia con la información guardada, o sea, con la memoria. Así, el arte utiliza estas estrategias para facilitar la generación de asociaciones. Por esto, concluye Martínez (2012) “Si ver genera placer, ver arte maximiza ese placer.”
Sin embargo, no todo queda ahí. El estado de placer inconsciente generado por la experiencia estética cobra sentido cuando se transforma en significado. Cuando esto ocurre se reconstruye el conocimiento previo respecto de lo que se conoce acerca de ese objeto y ese nuevo significado motiva a seguir investigando de forma consciente, que no es otra cosa que seguir haciéndose preguntas para experimentar nuevas sensaciones, nuevos saberes. De manera que el acto de ver artísticamente tiene 4 aspectos claves: afectivo, perceptivo, comunicativo y dimensiones cognitivas de la experiencia humana.
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Grisselle Soto Vélez
Es Maestra de Arte en el Distrito Escolar de Columbia en Washington. Ha sido Directora y Profesora de Educación del Arte en la Escuela de Artes Plásticas de Puerto Rico Logrando la certificación de maestros del 100% de los candidatos a maestros. Es Evaluadora del Programa EducaCortés en Puerto Rico.
Dirigió el Programa de Bellas Artes del Departamento de Educación realizando una importante revisión y transformación curricular.
Referencias:
Livingston, M.S. (2002) Vision and Art, the biology of seeing. New York, New York. Abraham, H. N.
Martínez, L. M. (2012) Las bases neurobiológicas de la percepción artística. Creatividad y Neurociencia Cognitiva.
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