Neuroestética+Humanidades+Educación campos mutuamente complementarios
“Cuando la opresión o la explotación o la segregación o la negligencia es percibida como natural o “dada” hay una pequeña agitación en nombre de la libertad. Cuando las personas no pueden nombrar alternativas, imaginar un estado mejor de las cosas, compartir con otros un proyecto de cambio, es probable que permanezcan ancladas o sumidas como afirman con orgullo en su propia autonomía.” Maxine Greene (1988)
Desde los comienzos de la neuroestética en los años ’90 ha existido muy poca colaboración entre la filosofía y la neurociencia del arte. Esta actitud según Seeley (2011) se debe a la cultura de escepticismo en que cada una mira el campo de la otra. Es la cultura de modernidad, en la que las dualidades y la actitud de desprecio hacia el otro imperan y que tuvo su auge durante el siglo XIX y XX. Afortunadamente, en el siglo XXI son cada vez más los científicos, humanistas y educadores que hablan de colaboración, de empatía, de valorar la diversidad, de investigaciones interdisciplinarias y proyectos creativos en los que se unen las ciencias y las humanidades. Entre ambas, es la educación la que puede permitir imaginar las cosas como si pudieran ser de otra manera. (Greene, 2005)
Una lenta apertura...
Los humanistas han criticado la neuroestética precisamente por sus métodos. Se le critica por tratar a la persona fuera del contexto y el objeto. De igual forma obras son tratadas como meros estímulos aislados, divorciados de su contexto cultural y de la historia individual del expectador (Tallis, 2008). Esta crítica ha modificado por mucho el método de laboratorio desde entonces y las investigaciones ahora se pueden realizar en museos, galerías, escuelas, espacios abiertos como ciudades o campos. Aunque también se podría argumentar también que muchas obras están en los museos fuera de su contexto original.
¿Por qué debe importar la neuroestética?
En vez de argumentar en contra de la neuroestética, otros filósofos se hacen la pregunta a la inversa ¿por qué debe importarles la neuroestética? Si miramos la siguiente definición de experiencia estética:
“Es un espacio de tiempo indeterminado en el que gran parte de la actividad mental durante ese tiempo es agradable y fundida a la forma y cualidades de un objeto (obra) sensualmente presentado o imaginativamente previsto en lo cual concentra su atención primaria. Beardsley (1969)
encontraremos que la experiencia estética es definida en términos cognitivos (resaltados en itálicas). Tratar de contestar ¿qué hace que determinada obra produzca esa experiencia en el espectador? es, entre otras preguntas, lo que intenta contestar la neurociencia cognitiva y, he aquí una clave importantísima para entender por qué debe interesar la neuroestética; la búsqueda de la respuesta no se hace desde la obra, se hace desde el cerebro; donde ocurren los procesos cognitivos.
Seely señala que la neuroestética debe importar a la filosofía por que intenta contestar preguntas difíciles, resolver debates arrastrados o simplemente confirmar las teorías sobre el arte, las maneras de adquirir, representar, manipular y utilizar la información sin ser excluyente a las personas. Para Bullot et al. (2017) esta discusión hace que la relación entre estética y ciencia se convierta en una relación codependiente y compleja.
De otro lado Pierce et al. (2016) pregunta, ¿cómo podría la estética explicar la atracción (engagement) con la obra o la creación artística de una persona autista? Para contestar la pregunta, la filosofía tendría que cruzar sus fronteras hacia la ciencia cognitiva. Añade que, como el objetivo de la neuroestética no es reemplazar la filosofía sino investigar los procesos cognitivos complejos y redes funcionales de las regiones del cerebro implicadas en la experiencia estética sin colocar un valor en ellos, el enfoque de la neuroestética puede desarrollar una explicación que es mutuamente complementaria a los enfoques históricos y sociales en las humanidades.
Un cambio de paradigma: la colaboración
Es evidente la necesidad de un cambio de actitudes desde las islas de certidumbre en las cuales los humanistas y los científicos se disputaban el conocimiento en el siglo XX hacia la colaboración desde sus perspectivas con nuevas preguntas que ayuden a no dar por hecho las respuestas dadas. Cela-Conde (2011) es claro al señalar los aportes de la neuroestética al entendimiento de los comportamientos, del aprendizaje y de las emociones del ser humano frente al arte o actividad artística. Sin embargo, también señala que la neuroestética tiene sus límites, hay que reconocer que la capacidad de notar y disfrutar la belleza o crear arte, no se puede reducir a procesos biológicos, porque esa capacidad es la que nos hace humanos. Por lo tanto, para poder explicar la experiencia estética los neurocientíficos necesitan el abordaje de las humanidades.
Recientemente el Peabody Essex Musseum en Massachusstes contrató un neurocientífico para que junto a un equipo interdisciplinario trabajen el diseño de las exhibiciones.
A la vez que estos cambios de actitud se van dando en los albores del siglo XXI también hay que mirar hacia los teóricos de la educación en la posmodernidad que han señalado el daño de la educación fragmentada e identifican sus carencias para incluir lo que hace falta. Cuyo acercamiento al conocimiento convoca a crecer, abrir los ojos, pensar, sentir y ver crítica y afectivamente el mundo social, natural y arquitectónico que nos rodea.
Paloma Meléndez, Bárbara Díaz Tapia, Regino Hernández, Érica García y Grisselle Soto junto a Maxine Greene y otros participantes del International Educator Workshop en el Lincoln Center Institute for Arts in Education (Nueva York, 2010)
Maxine Greene (2004) expone lo que discuten humanistas y científicos citados desde un lenguaje mucho más orgánico. Critica la fragmentación del conocimiento a nivel escolar y universitario y dirá que para poder acceder a los mundos del significado que la experiencia estética ofrece es necesaria la educación estética. La estética para ella está asociada a encuentros reflexivos y conscientes con las artes. La educación es el proceso que permite a las personas ser diferentes y adentrase a las provincias del significado ya sea en las artes, las ciencias sociales o las naturales. La educación estética por su parte es el proceso de habilitar a los aprendices a notar, lo que está ahí para ser notado de manera que puedan concebir en el trabajo artístico varios significados. Y dice, “cuando esto ocurre, se establecen nuevas conexiones en la experiencia; se forman nuevos patrones y se abren nuevas perspectivas”. En términos neurocognitivos esto es lo que sucede en el cerebro cuando hace sinapsis. En especial si esas sinapsis crean conexiones, patrones y perspectivas matizadas por las emociones, pero no de cualquier emoción, sino de emociones estéticas.
Y sobre las emociones estéticas mi querido Sancho, hablaremos en el siguiente blog.
Grisselle Soto Vélez es profesora de Educación del Arte en la Escuela de Artes Plásticas y Diseño, artista y consultora educativa. Fue directora del Programa de Bellas Artes del Departamento de Educación en Puerto Rico haciendo una gran obra de desarrollo profesional y curricular. Graduada de la Academia San Carlos, en la UNAM. Puedes visitar y compartir su blog en www.neuroestetika.com.
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Referencias
Bullot, N. J., Seeley, W. P. and Davies, S. (2017), Art and Science: A Philosophical Sketch of Their Historical Complexity and Codependence. The Journal of Aesthetics and Art Criticism, 75: 453–463. doi:10.1111/jaac.12398
Cela-Conde, C. J., Agnati L, Huston, J. P., Mora F., Nadal, M., (2011) The neural foundations of aesthetic appreciation, Progress in Neurobiology, Elsevier
Greene, M. (1998). An autobiographical remembrance. In W.Pinar (Ed.). The passionate mind of Maxine Greene: I am...not yet. London: Falmer Press
Greene, M. (2004). Variaciones de una Guitarra azul. (1st ed.). Editorial Edere: México
Beardsley, M. C. (1969). Aesthetic experience regained. The Journal of Aesthetics and Art Criticism, 28, 3–11.
Pearce, M. T., Zaidel, D. W., Vartanian, O., Skov, M., Leder , H., Chartegee A., Nadal, M., (2016). Neuroaesthetics: The Cognitive Neuroscience of Aesthetic Experience, Perspectives on Psychological Science, Vol. 11(2) 265–279 DOI: 10.1177/1745691615621274
Seeley, B. (2011). What is the Cognitive Neuroscience of Art… and Why Should We Care? American Society for Aesthetics, Vol 32 Num. 2
Tallis, R. (2008). The limitations of a neurological approach to art. The Lancet, 372, 19–20.
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